sábado, 16 de junio de 2012

Pink Floyd The Wall (Pink Floyd, el Muro), de Alan Parker-1982.

Por : Augusto Cabada (*)

El Prestigio semi-autoral alcanzado por Alan Parker en Amèrica se ha cimentado màs ràpidamente que el de sus colegas britànicos que tambièn emigraron a la industria norteamericana  en busca de mejores horizontes  (David Lynch, Hugh Hudson, Ridley Scott), previio auspicioso debut en su paìs de origen. El caso de Parker es tìpico, pues sus antecedentes en Inglaterra son màs bien escasos (se sabe que fue el guionista de Melody y que dirigiò Bugsy Malone, extravagante musical con reparto exclusivamente infantil), mientras que su obra americana consta ya de 04 pelìculas, de diversa fortuna entre la crìtica pero todas ellas atractivas para el pùblico que compartiò la discutible denuncia de su "Expreso de Medianoche" , la paràbola musical de "Fama" o el melodrama familiar que es "Donde hay Cenizas" , elementos de esas tres vertientes coexisten ciertamente en "Pink Floyd, the Wall" film que por su singularidad de tratamiento parece el màs personal de su autor, y el que por ello exhibe con mayor elocuencia sus mèritos y desaciertos. 

 
La pelìcula es una empresa atìpica : Asume el reto de adaptar la obra musical homònima del cèlebre grupo de rock, (Izq: Alan Parker dirigiendo),bastante compleja y deshilvanada - no se trata de una òpera rock - intentando hallar las equivalencias plàsticas de las ricas sugerencias sonoras de Pink Floyd , mediante tècnicas de montaje y animaciòn y, lo que es màs prescindiendo mayormente del desarrollo narrativo propio del cine comercial para construir un discurso màs laxo, acorde con las proyecciones onìricas y recuerdos de un delirante personaje central. 



 El pretexto argumental es mìnimo: Pink es un cantante de rock que enfila a la autodestrucciòn , totalmente abrumado por el fantasma de la guerra que lo privò de su padre, pero tambièn por una madre castradora, una educaciòn traumatizante y un fracaso conyugal, amèn de la voràgine infernal de las giras y los estimulantes. En el interìn de la crisis , recuerdos y fantasìas se mezclan con la realidad - sìntoma esquizofrènico que el film reproduce al confundir los niveles narrativos del discurso - dando por resultado un verdadero collage de imàgenes pro el que emergen algunas alegorìas de temas mayores como la guerra misma, el totalitarismo, de reminiscencias nazis, el consumismo y el poder enajenador de la televisiòn. Asì descrita , la propuesta seduce por la promesa de un trabajo sobre el lenguaje cinematogràfico libre de los tradicionales anclajes narrativos , experiencia que en definitiva no es nueva (existen remotos antecedentes en el surrealismo de Buñuel o Cocteau y por cierto en el "montaje-choque" de Eisenstein), pero que resulta siempre atractiva viniendo del cine industrial. 

Sin embargo, este interès se disipa ante los logros a medias del film, cuya compleja estructura y tècnica sorprendente no sobreviven a sus noventa minutos de duraciòn. Y es que Parker articula una retòrica apabullante que coloca las excelencias de fotografìa y montaje al servicio de una apelaciòn emotiva y primaria, bastante lejana a la coherencia de gran alegorìa que la pelìcula quisiera ser. Como metàfora sobre el mundo del rock, posee cierta efectividad: Son notables los momentos iniciales que yuxtaponen escenas de combate a las de un violento concierto de rock. 

El problema està en que Pink Floyd the Wall ,pretende ser mucho màs que eso , y como reflexiòn de la sociedad capitalista de post-guerra es nula : El espectador , al igual que Pink , resulta abrumado por la redundante descarga de agresiones visuales que impiden la minima distancia crìtica. (Izq: el actor Bob Gendolf en uno de sus delirios creyèndose Adolfo Hitler). Cierto que a esto contribuye bastante el guiòn de Roger Waters (compositor de la mayorìa de los temas) que paradòjicamente traiciona su obra musical al reproducir en viñetas meramente ilustrativas lo que la banda sonora ya dice textualmente . La adaptaciòn planteaba dificultades no superadas, como la creaciòn algo forzada de un personaje - eje que por eso mismo resulta un molde hieràtico, carente de calor humano. De las secuencias de animaciòn de Gerald Scarfe, dotadas de una alucinante imaginaria expresionista , cabe señalar que tampoco son mèrito propio del film, que re-emplea ese material ya diseñado para el show escènico de Pink Floyd. 

Resta aùn a favor de Parker la solvencia de su caligrafìa visual , en particular su sentido del ritmo en el montaje . Pero aùn bajo las lecciones de un Eisenstein se advierte un cierto resabio a tècnica publicitaria , la misma que el joven Parker ejerciera en alguna agencia inglesa cuando todavìa no daba trabajo a la critica.



(*) El articulo proviene de la revista Hablemos de Cine - Nº 77 - Año 20 - Marzo 1984.

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